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El Retiro es uno de esos sitios que todo el mundo en Madrid cree conocer… hasta que vas con alguien que vive cerca y descubres que nunca lo habías conocido de verdad. No se trata solo de dar la vuelta al estanque o sacarse algunas fotos delante del Palacio de Cristal... El Retiro, para un madrileño, es un espacio para disfrutar del tiempo libre, improvisar planes y también comer bien. En esta guía, te dejamos algunos datos para dejar a un lado el mapa turístico: sin prisas, con curiosidad y con la seguridad de que hay cosas nuevas que descubrir.
Cuándo ir para sacarle el máximo partido
Los horarios son simples pero importantes: en primavera y verano (de abril a septiembre) abre de 6:00 a 00:00 y en otoño e invierno (de octubre a marzo), de 6:00 a 22:00. Tu visita puede cambiar mucho dependiendo de la hora: a primera hora de la mañana, el parque es tranquilo, con gente corriendo y haciendo deporte, vecinos paseando a sus perros y una luz perfecta para disfrutar de la Rosaleda o la Senda Botánica sin demasiada gente. A media tarde, sobre todo en verano, el Retiro se llena de gente: familias, grupos de amigos, músicos o patinadores que hacen que el ambiente sea mucho más animado. Si quieres vivir ambas caras del parque, puedes entrar temprano, salir para comer y volver justo antes del atardecer para verlo desde las escaleras del pantano (es el mejor spot).
Los rincones más especiales
El Palacio de Cristal es un punto de referencia del parque, pero no te limites a verlo desde fuera: entra y echa un vistazo a la exposición temporal que haya en ese momento, muchas veces gratuita. La Rosaleda, diseñada en 1915, es un rincón obligatorio de visitar entre los meses de mayo y junio, cuando sus más de 5.000 rosales están en flor y el olor a rosa se percibe incluso antes de entrar. Otro lugar curioso es la estatua del Ángel Caído, un icono del parque que rompe con la estética habitual. Y si buscas algo más tranquilo, pasea por la Senda Botánica: un recorrido pensado para ver diferentes especies de árboles, algunos centenarios.
Planes diferentes
No hace falta complicarse mucho para disfrutar al máximo de El Retiro. Un paseo en barca en el Estanque Grande es un plan clásico que siempre funciona: cuesta 6 € entre semana y 8 € los fines de semana, y es perfecto para pasar un rato diferente y divertido. Si vas con niños, el Teatro de Títeres ofrece funciones gratuitas casi todos los fines de semana, un plan que pocas guías internacionales mencionan. También encontrarás músicos callejeros de gran talento, sobre todo cerca del Palacio de Cristal o del estanque, así como artistas que pintan en directo o hacen caricaturas. Y si eres más activo, el Retiro también es un espacio deportivo: hay zonas para correr, grupos que hacen yoga o taichí e incluso clases improvisadas de patinaje.
Dónde comer en el parque
Dentro del Retiro, El Pabellón de Florida Park ofrece cocina tradicional de calidad: croquetas cremosas, guisos de cuchara y postres clásicos. Fuera del parque, Arzábal Retiro es una taberna moderna ideal para compartir tapas como ensaladilla, embutidos o torrijas. Si quieres comer bien sin gastar demasiado, Casa Hernández ofrece un menú del día por unos 13 €, y para algo rápido, alrededor del Retiro tienes opciones como Panem (bocadillos y panes artesanos), Il Tavolo Verde (más saludable), La Castela (barra de toda la vida) o los kioskos de Florida Park, ideales para tomar algo rápido al aire libre.
Consejos para sentirte como un local
El Retiro no se disfruta con prisas, así que la mejor forma de vivirlo es sin tener un plan cerrado. Lleva algo para sentarte un rato en el césped, compra un café para llevar y siéntate en alguna de las zonas habilitadas para ello. Si quieres evitar encontrar demasiada gente en la entradas, no lo hagas por las entradas más populares, como la Puerta de Alcalá. Prueba a entrar por accesos menos conocidos como la Puerta de Mariano de Cavia o la de la calle de Ibiza: estas zonas suelen estar más tranquilas y te permiten empezar tu visita en calma.
El Retiro es mucho más que un parque de la capital: es un espacio que cada uno disfruta de una forma diferente y que se adapta a cada momento del día. La diferencia entre verlo como un turista y vivirlo como un local está en los pequeños detalles: saber a qué hora ir, conocer los rincones menos obvios, combinar un paseo con una buena comida y, sobre todo, no tener prisa. La próxima vez que vayas, olvídate de la ruta estándar y recórrelo como si fuera tu primer día… o como si lo conocieras desde siempre.