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Las universidades buscan ofrecer experiencias formativas que generen valor, cuiden del entorno y respeten a las comunidades que reciben estudiantes. Ante esta tendencia, la sostentabilidad se ha convertido en una prioridad en la movilidad académica. Sin embargo, muchas instituciones todavía no saben del todo cómo integrar prácticas sostenibles sin perder dinamismo, accesibilidad o calidad. La buena noticia es que adoptar este enfoque no solo mejora la operación; también eleva la percepción del programa, crea vínculos con socios locales y fomenta una mentalidad responsable entre los estudiantes.
Qué significa integrar sostenibilidad en programas internacionales
Hablar de sostenibilidad en la educación internacional no es únicamente reducir emisiones o reciclar materiales. También supone actuar de forma responsable en tres dimensiones: ambiental, social y económica. Cuando un programa se organiza bajo esta estructura, su diseño presta atención a aspectos como el consumo de recursos, la relación con la comunidad anfitriona, la inclusión, la accesibilidad y la gestión ética de la cadena de proveedores.
En el ámbito ambiental, las decisiones de viaje, la política de desplazamientos, el tipo de alojamiento y el uso de materiales pueden modificar de manera significativa el impacto del programa. Por otro lado, la dimensión social abarca el trato a las comunidades locales, la creación de experiencias respetuosas y la garantía de condiciones seguras para el alumnado. La dimensión económica se relaciona con la selección de proveedores responsables y con la creación de programas que generan beneficios reales sin perjudicar a la población residente.
Cómo evaluar y rediseñar los programas con criterios sostenibles
El primer paso consiste en analizar el funcionamiento actual. Muchas universidades descubren que ciertos procesos consumen más recursos de los necesarios o generan impactos que pasan desapercibidos. Resulta útil revisar puntos como: la duración de los viajes, el tipo de transporte elegido, la localización de los alojamientos, la selección de proveedores, la coordinación con entidades locales o el uso frecuente de materiales impresos.
Tras esa evaluación, se pasa a la adaptación del diseño del programa. Este ajuste, más allá de modificarlo por completo, consiste en introducir mejoras que aporten coherencia. Por ejemplo, escoger destinos con sistemas de transporte eficientes reduce la necesidad de desplazamientos largos. También conviene trabajar con alojamientos que aplican prácticas responsables, desde la gestión energética hasta la reducción de residuos. Otro paso frecuente consiste en replantear la política de viajes para favorecer trayectos más eficientes o compensar emisiones mediante programas verificados.
La equidad forma parte del rediseño. Un programa sostenible ofrece las mismas oportunidades a todos los estudiantes, independientemente de su situación económica o necesidades específicas. Además, resulta útil establecer criterios para seleccionar proveedores y colaboradores: certificaciones ambientales, prácticas laborales éticas, compromiso con el entorno local o políticas internas de reducción de impacto.
Activar al estudiantado y al equipo para construir programas responsables
La sostenibilidad no depende solo de la estructura del programa; el comportamiento del grupo influye de forma importante en el resultado. Por eso, muchas universidades prepararan al alumnado antes de viajar mediante sesiones informativas que incluyen hábitos responsables, normas culturales y recomendaciones para reducir el impacto durante la estancia. Para ampliar esta preparación, disponemos del e-book “El primer mes de tus estudiantes en el extranjero: manual para una experiencia exitosa”, pensado para apoyar a las instituciones en este proceso.
Algunas acciones que pueden hacer la diferencia: elegir desplazamientos a pie en trayectos cortos, respetar horarios y normativas locales, reducir el consumo de materiales desechables o apoyar proyectos gestionados por la comunidad. Además, fomentar actividades que conectan a los estudiantes con iniciativas locales, como proyectos sociales, talleres con asociaciones o colaboraciones con organizaciones culturales, genera impacto positivo.
El equipo interno también juega un papel relevante. Los advisors, coordinadores y responsables académicos necesitan pautas claras para transmitir expectativas y resolver dudas. El estudiante debe recibir mensajes coherentes y esto se logra cuando toda la institución adopta la misma dirección.
Tecnología y herramientas para apoyar una gestión más sostenible
Un aspecto que suele pasar desapercibido es la cantidad de procesos administrativos que requieren tiempo, papel y coordinación constante. La digitalización reduce esa carga y facilita la gestión responsable. Herramientas especializadas permiten centralizar documentos, coordinar proveedores, almacenar información del destino y mejorar la comunicación entre equipos. También agilizan la adaptación de los programas cuando surge un cambio normativo o cuando se necesita incorporar nuevos criterios de sostenibilidad.
Además, las soluciones digitales permiten evaluar proveedores con rapidez, comparar condiciones y elegir la opción que mejor se ajusta a los objetivos ambientales y sociales del programa. Un ejemplo es Abroad by Lodgerin, que centraliza los procesos y ayuda a las instituciones a coordinar movilidad, proveedores y documentación sin recurrir a procedimientos manuales, además de mejorar la comunicación con el estudiantado gracias a su ecosistema digital.
Medición y mejora continua para programas más sólidos
La sostenibilidad requiere seguimiento y revisión constante. Es por eso que las métricas son imprescindibles para las instituciones, ya que les permiten detectar mejoras posibles y demostrar resultados de forma transparente. Algunos indicadores utilizados suelen ser: consumo energético, huella de carbono aproximada, participación en actividades responsables, satisfacción del alumnado o colaboración con entidades locales.
Una vez recogidos los datos, conviene revisarlos al finalizar el programa y actualizar procedimientos según los resultados. Este proceso fortalece la toma de decisiones, permite ajustar prácticas y mantiene el compromiso institucional con la sostenibilidad.
Incorporar sostenibilidad en un programa internacional ofrece la posibilidad de crear experiencias más conscientes. Cuando una universidad combina planificación, formación, tecnología y colaboración local, el resultado refleja un compromiso real con prácticas responsables.









