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Cuando se trata de gestionar programas internacionales en instituciones educativas, una de las decisiones estratégicas más relevantes (y a menudo menos visibles) es cómo estructurar esa gestión: ¿centralizar todos los procesos bajo una sola plataforma, o permitir que distintas áreas o facultades gestionen sus propios programas con autonomía?
Ambos enfoques tienen grandes implicaciones, tanto operativas como humanas y factores como la experiencia del estudiante o la eficiencia administrativa del departamento puede marcar la diferencia entre un programa ágil y una experiencia fragmentada.
Por eso, en esta guía desglosamos algunas características de ambos modelos y analizamos cómo impactan en la operativa diaria, en la toma de decisiones y, sobre todo, en el bienestar de los estudiantes durante todo el proceso.
Gestión centralizada
En el modelo centralizado, una sola oficina o departamento específico se encarga de coordinar todos los aspectos de los programas internacionales: convenios, movilidad, seguros, alojamiento, orientación... Este enfoque permite:
- Unificación de criterios: las políticas, procedimientos y comunicaciones se mantienen consistentes, lo que facilita la gestión del riesgo y el cumplimiento normativo.
- Optimización de recursos: se reducen duplicidades y se facilita la negociación con proveedores globales desde una posición de volumen.
- Seguimiento claro de datos: la centralización facilita la recopilación de métricas útiles para la toma de decisiones y mejora la trazabilidad de cada proceso.
Pero no todo es ventaja. Este modelo puede volverse rígido, con tiempos de respuesta más largos y menor capacidad para adaptarse a contextos específicos de cada facultad o tipo de estudiante.
Gestión descentralizada
Por el contrario, la descentralización permite que cada facultad, escuela u organización académica gestione sus propios programas, adaptándolos a sus necesidades y contextos particulares. Esto tiene beneficios como:
- Mayor agilidad: se toman decisiones más rápidas, adaptadas a las dinámicas propias de cada programa.
- Conexión directa con los estudiantes: las unidades descentralizadas suelen estar más cerca de los estudiantes y pueden detectar sus necesidades de forma más precisa.
- Diversificación de modelos: se pueden probar nuevas formas de colaboración internacional sin depender de procesos burocráticos centrales.
Sin embargo, también hay retos importantes:
- Se corre el riesgo de generar experiencias inconsistentes entre estudiantes.
- La falta de trazabilidad complica el análisis de impacto de los programas.
- Las instituciones pueden enfrentarse a problemas de cumplimiento si no hay coordinación mínima en procesos críticos como seguros, visas o asistencia médica.
¿Y si el futuro no es uno u otro?
La realidad es que muchas instituciones están evolucionando hacia modelos híbridos, donde ciertas funciones importantes como la gestión de alojamiento, seguros o convenios internacionales, se centralizan, mientras que se da autonomía académica y operativa a las unidades que lo requieren.
El reto está en lograr que esa coordinación no dependa de hojas de Excel o flujos manuales entre departamentos, sino de herramientas que permitan visibilidad transversal, automatización y trazabilidad sin fricciones.
En este contexto, Abroad, la nueva plataforma de Lodgerin, plantea una alternativa concreta a los desafíos de ambos modelos. Abroad se ha diseñado para funcionar como una infraestructura digital que conecta estudiantes, universidades y propietarios de alojamiento de forma estructurada y automatizada.
Algunas de sus funcionalidades más diferenciales incluyen:
- Gestión de alojamiento personalizada para cada estudiante, pero desde un entorno institucional controlado.
- Integración con sistemas universitarios para mantener el control de flujos, estados y documentación.
- Acompañamiento continuo del estudiante, desde la aceptación del destino hasta su regreso, con soporte en tiempo real en la ciudad de destino.
- Informes automáticos y centralizados, útiles para áreas administrativas y responsables académicos.
Esto permite que universidades con modelos descentralizados puedan mantener coherencia institucional, mientras que aquellas con estructuras centralizadas ganan en agilidad operativa sin perder control.
A pesar de que no existe un modelo perfecto, sí existen herramientas que hacen que cualquier modelo sea más sostenible. Lo importante es en reconocer las particularidades de cada institución y buscar soluciones que eliminen fricciones sin renunciar a la calidad ni al control.